Domingo, 24 de octubre de 2010
—III—
La verdad es que
vengo para decir que no tengo tiempo de escribir nada. Ni siquiera tengo tiempo
de seguir con estas reflexiones.
Me he levantado más tarde que ayer y, como siempre,
lo primero que he hecho ha sido ir al correo electrónico, para ver qué tenía
por allí. Alena regresó de la Sierra, y ya está en pleno trabajo. Por lo que
dice anda un poco mejor.
A Mª Jesús no hay forma de que le llegue la versión
electrónica del número dos de La Esfera,
ni Pepe, ni Mercedes, ni yo somos capaces de hacer que su bandeja de correo se
quede con esos envíos.
Dácil aún no ha publicado su capítulo de la novela de
7 plumas. En realidad era esto lo que
buscaba, por ver si las primeras horas de hoy me facilitaban la idea de por
dónde tiene que ir mi último capítulo. Pero no ha podido. Así que hasta la
noche no podré mirarlo. Espero que no pase nada.
Precisamente esta novela (no sabemos aún si se
terminará por titular Oscurece en
Edimburgo [así se titula]) me va a ocupar buena parte del tiempo,
creo, con la elaboración de este libro. Entramos en la fase final. Se trata
ahora de convertirla en papel, o sea en libro editable, antes de que se pueda
enviar a la imprenta.
Ya ayer revoloteaba el tiempo por mis líneas, y hoy
ha salido un par de veces o tres…
Ya me empiezo a presionar.
Este ha sido uno de mis errores.
Creo que tengo que cambiar la idea inicial de modo
claro y contundente. Este libro del que ando balbuciendo sus primeros pasos, o
sembrando sus primeras semillas, tiene un horizonte, pero si no llego a él no
pasa nada, ya le llegará su oportunidad. Lo importante es que quede un buen
libro. Un libro de poesía que merezca la pena. Es decir, estoy escribiendo un
libro de poesía, y eso no debe tener plazo. Tal y como soy está bien que me
ponga una cruz en el calendario, pero que esta marca no se convierta en
obsesión, sino en acicate… Como no me grabe estas palabras en un tatuaje, sé
que, al final, me aceleraré.
—IV—
De todos modos
escribir un libro de poemas, tiene una dinámica bien distinta de escribir un
relato, una novela. La poesía es otra cosa.
Y ahora que lo digo, ¿qué es la poesía?
Imposible responder.
¿Qué es para mí la poesía?
Y ya lo tengo que dejar. Estoy más pendiente del
reloj que de las ideas. Esclavo de mí mismo. Soy un esclavo de mí mismo…
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